Será porque estoy muy acostumbrado al sistema de producción feudal y la comodidad de obtener de tus siervos con lujo de violencia víveres y níveas vírgenes, pero no soporto la idea de ir al supermercado. Me crispan los nervios sus interminables filas y esos niños berrinchudos que llenan sus pasillos comiendo la mercancía sin pagar y sus madres conchudas permisivas que se hacen de la vista gorda mientras sus monstruitos devoran todo lo que encuentran.
Sé también que eso de dormir es una costumbre muy buena y muy cristiana, pero como no suelo hacerlo y de cualquier manera tengo que ir de compras, nada mejor que esos supermercados de 24 horas para hacer el mandado con toda calma entre tres y cuatro de la mañana. Pero no me refiero a los Oxxos y esos expendios para borrachos y solteros solitarios, sino a los otros como Superama y Gigante, los únicos en su tipo que abren 24 horas.
En Superama tienen una práctica que yo no sé si será cruel o dignificadora, ya juzgarán ustedes. Resulta que los niños empacadores de día, se convierten en indigentes de noche. Pero no es que los cerillos se queden sin hogar al caer la noche y sus ropas se llenen de mugre y un característico aroma a licuado de fluidos corporales con mezcal, es sólo que de noche cuando la ley prohíbe a esos perezosos niños trabajar, Superama permite a los indigentes empacar la mercancía. Evidentemente los indigentes no tienen babero y uniforme, creo que ni siquiera familia o casa en la que dormir y no falta el cliente que se asusta cuando ve a un señor cochino como el Ecoloco manoseando sus peras Bartlett y su papaya Maradol.
Bah, los mexicanos son unos clasistas, ni aguantan nada.
Sí tienen antojo de una conchita, bolillo o chilindrina, más vale que no lleguen demasiado tarde, quiero decir, temprano. Bueno, sucede que entre cuatro y cinco de la madrugada todas esas deliciosas bombas de carbohidratos simples pasan a la bolsa del señor Tlacuache.

Eso pasa en el Superama, porque alrededor de los Superamas viven muchas anoréxicas y de todos modos nadie se lo iba a comer. Pero igual se siente feo, tan rico el pan enterito en tamaña bolsota. Deberían organizar unas guerras de comida para que no se fuera derechito a la basura o traerlo acá al internado
¿saben? a veces pasamos mucha hambre. Mejor aún, guerritas de comida en el internado, nutrición y diversión al mismo tiempo, nomás es cosa de abrir grande la boca.
En Gigante venden unas delicias de medianoche que no tienen par.

¿No adivinan? Anden, piensen

Orejas-en-vinagre. ¿Qué individuo en sus cabales comería esas cosas? Cualquiera que por accidente haya arrancado la oreja de algún incauto en un pleito en la escuela porque le dijeron que tenía cara de niña mariquita sin calzones y que los Santos Reyes son los papás, sabe que son amargosas y muy difíciles de masticar.

Papel higiénico con 400 U.I. de vitamina E
Llámenme tradicionalista pero siempre pensé que la ingesta de vitaminas era más efectiva por la vía oral. Y sí lo hacen por razones estéticas, siento decepcionarlos pero necesitarán un antioxidante más poderoso para desarrugar
esa zona.
¿Cuantos cuadritos equivalen a la dosis diaria recomendada?